Mañana
los niños podrán volver a la calle. Esto es motivo para una pequeña
alegría. Un paso más para ir recuperando poco a poco los espacios y
rutinas que hemos perdido estas semanas por culpa de la pandemia. Un
pellizco de esa libertad que echamos de menos. Yo, por muy poco (no
tengo menos de catorce años pero casi), no podré salir, así que me
limitaré a envidiarlos y verlos pasar por la calle cogidos de la
mano de sus padres, desde mi balcón.
Y
es que hace días que aquí en mi calle no escucho a los niños
saludarse de balcón a ventana y viceversa, de invertarse juegos o de
retarse al veo veo. Compruebo que al igual que en los adultos, va
siendo más difícil mantener el ánimo alto. Ya pasó la sorpresa
inicial por la novedad que suponía tener que quedarse en casa y
pasar todo el día con la familia. Yo recuerdo, por ejemplo, un par
de veces en mi infancia que tuve que quedarme algunos días en casa
por culpa de un brazo roto o de alguna enfermedad. Al principio vivía
esos día diferentes casi con alegría. Los pasaba todo el día en la
cama o en el mejor sofá del salón jugando con los juguetes
favoritos o devorando libros. Tenía preferencia a la hora de escoger
los programas de la tele, aunque por aquella época solo emitían dos
cadenas en la televisión (la Primera y la UHF). Internet no había
sido inventado siquiera ni en las novelas de ciencia ficción. Con
todo, era muy fácil mantenerme entretenido, dejándose mimar por la
familia y por las vecinas que venían constantemente a casa, todas
cargando como regalo una lata de melocotones en almíbar. Los amigos
venían a verme por la tarde y me preguntaban curiosos como era eso
de no tener que ir a clase, en algunos adininaba hasta cierta mirada
de envidia. Pero también recuerdo como pasados unos días, la
novedad daba paso a días más largos en los que resultaba cada vez
más difícil mantener el aburrimiento a raya. El melocotón en
almíbar también acababa cansándome.
Creo
que el hecho de que (pese a las polémicas que haya podido suscitar
esta relajación en las medidas de confinamiento) los niños puedan
salir un rato a la calle es una buena noticia. Espero también que
pronto puedan hacerlo las personas mayores, eso sí, respetando unos
y otros las medidas de seguridad. No nos relajemos ahora después de
llevar tantos días haciendo las cosas bien.
Toda
esta parrafada que soltado otra vez dejándome llevar por los
viejos
recuerdos, no es sino una introducción para presentar el cuento que
ha llegado hasta este blog después de unas cuantas carambolas. La
autora del cuento es CELIA TRUJILLO, de 10 años, y se titula “UN LOBITO BUENO”.
Aquí os dejamos el enlace para que podáis leerlo tranquilamente,
disfrutando de una historia que nos va a enseñar muchos valores,
junto con unas divertidas ilustraciones hechas por la propia autora y
su padre. Animamos a Celia a que siga escribiendo cuentos tan
bonitos, que nosotros prometemos seguir comentando aquí. Le
auguramos un gran futuro como escritora. Gracias a Celia y su familia
por hacernos partícipes de tu historia.
Storyjumper es una herramienta ideal para desarrollar la escritura de cuentos
infantiles y la creatividad, pero también un sitio para la
publicación de los relatos de nuestros alumnos. Permite a cualquiera
crear y publicar un libro infantil, tanto en línea como en tapa dura
(en este caso, previo pago). En su página puedes encontrar aparte
del cuento de nuestra incipiente autora, cientos de cuentos más, con
los que podrán entretenerse los más pequeños, y seguro que los
adultos también. Por supuesto, también podrás crear tu propia
historia.
Muchas gracias por publicar mi cuento, me alegro que te haya gustado. Celia Tr.
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