PEQUEÑAS ALEGRÍAS, 3: PAPIROFLEXIA, ZUMOS NATURALES Y PASEOS BAJO LA LLUVIA

Pasan los días y la gente está más nerviosa. Y los que están al pie del cañón están más cansados. Comparados con ellos, seguimos siendo muy afortunados. Aguantamos la rutina gracias al teletrabajo, caótico, inestable pero que nos permite mantenernos ocupado a golpe de teclado y ratón. A ratos aguantamos, a ratos disfrutamos con quienes nos ha tocado compartir espacio. Hace unos años médicos, enfermeras y demás personal sanitario nos pidieron que salieramos a la calle a defender sus puestos de trabajo y denunciar el desmantelamiento de sus hospitales. Se llenó en país de mareas de muchos colores. ¿Qué hiciste tú? Ahora nos piden justo lo contrario, que nos quedemos en casa. Y uno, desde esta trinchera de algodones a veces no puede evitar sentirse un poco inútil, bueno, incluso bastante inútil. Pero hay que seguir, lo que nos han pedido es muy fácil. Cuando esto acabe, en vez de salir corriendo a llenar de nuevo bares, estadios, gimnasios o salones de belleza a ver si recompesamos su esfuerzo como se merecen. Que no nos engañen quienes se darán prisa en volver a sembrar el odio entre nosotros y por una vez, hagamos algo juntos. Después de los aplausos de cada día debemos premiar como se merecen a esos héroes de bata blanca, de camisa de camionero, de guantes de limpiador, de gorro de policía, de mandil de dependienta...

No sé si tendremos el cuerpo para muchas alegrías despues de más de una semana de encierro. Algunas personas me siguen enviando sus pequeñas sorpresas diarias y yo quiero compartilas con vosotros. Para eso se creó este espacio. Alguien por ejemplo me cuenta cómo a descubierto el gusto por la papiroflexia. En fin, no logra hacer que nada se parezca a lo que debe ser pero encuentra entretenido este ancestral arte de darle vida a trozos de papel. Cada día acepta un reto de un amigo y se afana en doblar unos pedazos de folios. Otro de los placeres que ha retomado estos días es el de hacer sus propios zumos. Escondida en un armario ha vuelto a utilizar una vieja licuadora que ya había olvidado. Despiste de algún regalo de cumpleaños que se fue sepultando entre trastos viejos. Una amiga me contó por teléfono lo bonito que le resultó un paseo por la lluvia mientras iba a la compra. Yo no pude evitar sentir envidia y al día siguiente bajé a sacar la basura justo en el momento que más llovía. Disfruté de cada paso que di hasta el contenedor del mismo modo que si estuviese paseando por un continente recién descubierto. Me dejé el paraguas en casa para sentir sobre mi cara el agua, el viento fresco, la sensación de tener sobre mi cabeza nubes grises y no simplemente el techo de mi salón.

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