PEQUEÑAS ALEGRÍAS: 1, EL VENCINDARIO, EL AJEDREZ Y LA RADIO.

Cada vez son más numerosas las noticias que hablan del colapso sanitario y del enorme esfuerzo que están haciendo todos los empleados de hospitales, centros de salud y demás, así como trabajadores de comercios, transportistas, cuerpos de policía y seguridad del Estado y un largo etc. para que esta situación de crisis se normalice lo antes posible. Mientras tanto, la mayor parte de las población aguantamos como podemos encerrados en nuestras casas. Seguro que durante todos estos días recurriremos a cualquier cosa para mantenernos ocupados. Son días de recuperar viejos juegos, libros acumulados en las estanterías, de hacer llamadas de teléfono o de compartir momentos con seres queridos a los que muchas veces por falta de tiempo no podíamos dedicarles toda la atención necesaria.

Yo vivo solo y así tendré que pasar la cuarentena. Tiene sus ventajas y también sus inconvenientes. En este blog hablaré solo de esas ventajas, en concreto de las pequeñas cosas que estas circunstancias forzosas me han hecho recuperar. Las pequeñas alegrías que nos deparan estos días extraños. Por lo pronto, son las ocho y cuarto de la tarde y acabo de salir al balcón para darle ese aplauso merecido a todo el personal sanitario que tan duramente y asumiendo tantos riesgos está trabajando. Es sin duda un momento emotivo que además me está permitiendo descubrir la dimensión humana de mi vecindario. De repente, veo salir gente en balcones y ventanas de pisos que creía vacíos. Veo como los vecinos hablamos entre nosotros a voces. Se gastan bromas y se comentan las últimas noticias del día. Es una alegría escuchar durante todo el día a los niños y niñas de la calle llamarse a gritos y proponer algún juego.

De puertas para dentro yo he hecho dos grandes redescubrimientos: el ajedrez y la radio. He sacado del fondo
de un cajón un tablero electrónico. Ahora puede parecer un poco arcaico, pero en su momento fue un gran regalo de reyes. Cada tarde, después de comer y acompañado con un té, juego una partida. El balance por ahora resulta un poco desalentador: una victoria y cuatro derrotas. Pero lo importate es que mientras estoy jugando, permanezco concentrado, acurrucado en el sofá y a ratos recordando cuando me enseñó mi padre a jugar, los berrinches que cogía cada vez que me vapuleaba y el momento casi mítico en mi infancia que supuso ganarle la primera partida. Recuerdo por ejemplo, con mucho cariño una partida que nos tuvo enfrascados durante toda una tarde de domingo para al final hacer tablas. Acabé incluso con dolor de cabeza pero estaba radiante. Había sido un gran domingo.
La radio, la verdad es que no he dejado nunca de escucharla. Con las nuevas tecnologías resulta muy cómodo escuchar tus programas favoritos fuera de la hora de emisión. Los puede uno llevar en el móvil y desde ahí, escucharlo cuando más te apetezca. Pero esto días estoy escuchando la radio del mismo modo que hacía hace años. Con un radiocasette, en el que con una ruedecita voy buscando y sintonizando con mucho tacto alguna emisora. Salto de una a otra escuchando las noticias o lo que vayan emitiendo. Me encanta ese momento cuando pasas cerca del aparato y la estática crece o se va a su antojo. Por supuesto, ese sonido algo carrasposo, ese ir y volver del volumen, ese esperar a que sea tal hora para escuchar determinado programa. Todo eso me hace recordar otros tiempos y me hace sentir bien, es lo que tiene la memoria, todo lo hace más bonito. Recuerdo las tardes de verano escuchando la música en emisoras locales, recuerdo a Sardá y el señor Casamajor (qué tardé años en descubrir que era él mismo), recuerdo tardes de domingo escuchando el carrusel deportivo, con todos los partidos en el mismo horario, y los gritos de los locutores anunciando cada gol en uno u otro estadio. A mí, que realmente no me gustaba mucho el fútbol, sin embargo, disfrutaba enormente de esas retransmisiones deportivas. En fin, gracias a estas pequeñas sorpresas, pues va llevando uno mucho mejor estos días y gracias a los recuerdos que despiertan esas pequeñas e inesperadas alegrías, algunos momentos alcanzan una dimensión que no esperaba. Espero que a vosotros y vosotras también os esté pasando algo parecido. Animaros a contar esas historias en este espacio.

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